Euristeo encomendó a Hércules un trabajo que iba a requerir de él otras virtudes distintas al valor y a la fuerza que hasta ahora había demostrado.
Tenía que capturar con vida a la cierva de Cerinia y llevarla viva hasta Micenas. No era ésta una cierva cualquiera, ya que era tan enorme como veloz y en su tiempo había logrado escapar de la propia Artemis, que sorprendiéndolas a ella y a sus cuatro hermanas, paciendo en un claro de bosque, las unció a todas a su carro, salvo a ella, que huyó libre e indómita.

A pesar de ser conocido por su fortaleza, Hércules albergaba en su interior un gran corazón y una enorme sabiduría. Cuando se encontró con la cierva por primera vez, después de largas semanas de viaje, supo apreciar en ella la auténtica belleza, aquella que sólo los dioses o criaturas excepcionales, como aquella, lograban poseer. Entendió que no iba a ser una caza cualquiera, motivada por el hambre o el simple placer de abatir a la víctima, sino que se enfrentaba a la persecución de una criatura que había nacido para ser libre y admirada por sus cualidades.

Finalmente, al límite de sus fuerzas, el perseguidor y su presa llegaron a la lejana Istria y al país de los Hiperbóreos, de los que se decía que eran inmortales. Quiso la cierva refugiarse en el monte Artemisia y poder así aplacar su sed en el río Ladón, que descendía por sus faldas y obtuvo Hércules, con aquel descanso del animal, una segunda oportunidad para atraparla. Consciente de que si se acercaba para asirla de nuevo con sus fuertes manos la cierva advertiría su presencia y reanudaría su fuga, armó su arco y arrojó una flecha certera, que atravesó el hueco existente entre el hueso y el tendón, sin derramar una sola gota de sangre y trabando de esta forma las formidables patas delanteras.

NOMBRE:Heracles y la cierva de Cerinea.
SITUACIÓN:Museo Arqueológico Regional de Palermo,Italia
AUTOR:Desconocido
ESTILO:Helenistico
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